Del Diseño Básico a la Arquitectura.

La Escuela Vocacional de Camagüey.
Fotos: Archivo R. TogoresEnglish Version.

Como profesor de Diseño Básico en la Escuela de Arquitectura había dedicado mucho tiempo a estudiar las cuestiones relacionadas con la influencia de la forma, el color, los volúmenes y los espacios en el modo en que la arquitectura es percibida por el usuario.


Con el Profesor Hesselgen (izq.) en La Habana (1972).

El Diseño Básico de los años '70 fue el heredero de algunas experiencias que en la década anterior contaron con un entusiasta promotor en Joaquín Rallo y cuya muerte prematura dejó truncas. En su forma definitiva fue el producto de un trabajo en equipo mantenido durante varios años y que contó con aporte de especialistas en diversas materias (1). De esta manera se actualizaba nuestra enseñanza a partir de los desarrollos europeos mas recientes, tales como el curso de Diseño Básico para Arquitectos que a partir de 1962 se impartía en Ulm bajo la dirección de Claude Schnaidt y las investigaciones sobre psicología de la percepción aplicada a la arquitectura del profesor Sven Hesselgren y sus colegas suecos (2).

La actividad del curso estaba encaminada a que el alumno descubriera en la organización propia del campo visual aquellos factores que determinan su coherencia y que corresponderían, siguiendo a Lynch, a:

"cualidades físicas que se relacionan con los atributos de identidad y estructura en la imagen mental... lo que se podría llamar 'imaginabilidad' es decir, esa cualidad de un objeto físico que le da una gran probabilidad de suscitar una imagen vigorosa en cualquier observador... Se trata de esa forma, de ese color o de esa distribución que facilita la elaboración de imágenes mentales del medio ambiente que son vívidamente identificadas, poderosamente estructuradas y de suma utilidad" (3).

El trabajar a la vez como arquitecto y como profesor, me permitió comprobar en la práctica las enseñanzas teóricas que proponía en el aula, a la vez que enriquecía mis clases con problemas que encontraba en la vida real.

Lo que intenté en la Vocacional de Camagüey (4), desde el punto de vista del diseño, fue romper con la horizontalidad, la alineación en bloques paralelos, las culatas ciegas de los edificios y la falta de conexión en lo visual al terreno. La alineación este-oeste de los bloques docentes y la de los dormitorios estaba condicionada en buena medida por condiciones climatológicas, en particular el asoleamiento. Pero en cambio los locales de uso común tales como biblioteca, museo, centro de cálculo, teatro, etc., se agrupan en un bloque central desarrollado en sentido norte-sur, actuando como eje de simetría en torno al cual se articula el conjunto.

Así, el proyecto se organizó a partir de un eje central que agruparía estas instalaciones de uso común y dos sectores a ambos lados de este eje que corresponderían a los dos niveles escolares -Secundaria Básica y Pre-universitario- a los que originalmente daban servicio estas instalaciones (5).

La simetría bilateral es sólo aproximada ya que debió acomodarse a varios factores, entre ellos la secuencia constructiva que preveía la puesta en marcha por etapas del conjunto, debiendo incluirse la cocina-comedor en la primera etapa, la presencia de un anfiteatro al aire libre que debía servir para actividades de la ciudad vecina sin interferir con ello la actividad docente y por último, la diferencia en cuanto a la cantidad de alumnos, mayor en Secundaria que en Pre-universitario. Además nos parecía que desde el punto de vista formal una simetría demasiado rigurosamente observada reforzaría en exceso la dualidad del esquema, en detrimento de su percepción unitaria.

Esta unidad se hace patente, desde el interior en la articulación de las plazas y otras áreas entre edificios, que asumen diversas funciones según las características del entorno. Desde el exterior el carácter unitario se refuerza al jerarquizarse el núcleo central mediante la concentración de los volúmenes construidos, la mayor complejidad de su geometría y su cuidadosa caracterización.

La atención prioritaria a las ciencias se expresa en la ubicación en una posición destacada dentro de este núcleo precisamente de aquellas instalaciones consagradas a ellas: los laboratorios, el centro de cálculo, la biblioteca y el museo, construidos usando el mismo prefabricado pero con una idiosincrasia muy propia que incorpora ciertos elementos constructivos diseñados específicamente para esta obra. Entre ellos merece especial atención el sistema de barandas que caracteriza la trama en que se insertan los edificios y que establece un plano autónomo de interconexión no dependiente de la topografía del lugar.

Si la profundidad de los bloques docentes y dormitorios está predeterminada al responder a distribuciones normalizadas, en los otros edificios se aprovecha la flexibilidad del montaje con grúas sobre neumáticos para lograr espacios mucho más complejos. Algunas cosas eran inherentes al sistema constructivo y no era posible cambiarlas. Por ejemplo la limitación en la altura, no más de cuatro plantas. La personalidad propia de esta escuela reside en gran medida en el haber logrado romper visualmente esta limitación.

Para ello se colocaron, en los extremos de los dos bloques docentes que limitan con el bloque central, torres de planta escalonada que albergan los locales destinados a laboratorios. Como recurso para enfatizar estas torres se añadieron volúmenes salientes (aprovechados para almacenaje) que se pintaron de un color amarillo cromo. Junto a estas torres se produce un cambio brusco de altura a las dos plantas (la baja directamente asentada sobre el terreno) de la biblioteca, destacando así por contraste la impresión de altura.

Visto desde el acceso principal se produce un efecto de perspectiva donde los edificios más alejados -los dormitorios- se ven al fondo en apariencia más pequeños, a continuación las alas docentes que se acercan y por último, más próximas, las torres de laboratorio a ambos lados del bloque central, como dije antes de menor altura y vinculado al terreno por la columnata en que se apoya la biblioteca.

El núcleo central incluye la entrada principal de la escuela. Esta no se encuentra orientada hacia el vial de acceso, sino que se produce lateralmente, conformando un espacio de uso ceremonial que culmina en la estatua ecuestre del Generalísimo, obra del escultor Delarra. Este espacio es plaza al mismo tiempo que entrada, reforzando con esta ambivalencia, espacio interior / espacio exterior, el sentido de comunidad autónoma relativamente cerrada.


©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores

©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores

©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores
©Archivo R. Togores

Otro aspecto en el cual se recurre a una suerte de ilusión óptica es en la solución de las culatas ciegas de los dormitorios. En los extremos de los bloque docentes yo había situado la escalera principal y de esa manera justificaba abrir estos extremos con terrazas. Pero no podía hacer esto en los dormitorios ya que en ese caso se trataba de proyectos típicos, elaborados por el arquitecto Andrés Garrudo (6) (proyectista de la Vocacional “Lenin”).

La solución fue pintar esas fachadas de manera tal que el juego de claro-oscuro sugiere efectos de luz y sombra, así como el uso de colores cálidos (que “avanzan” visualmente) y de colores fríos (que “retroceden”) para obtener la impresión del relieve de que esos paredones carecen. Los rojos y violetas de los balcones -salientes como código perceptual y realidad física- se continúan en el paramento extremo, así como lo hacen el azul y verde de las ventanas -atrás físicamente y como código perceptual- dando pie a una lectura dual -plano físico vs. código colorístico- en que la sugerencia de relieve prevalece.